México DF, 2003
Hierro, edición de hojas de papel con diferentes fotografías en blanco y negro para envolver los tacos, póster y DVD
Una producción del Laboratorio Arte Alameda con la colaboración de Arte In Situ / Torre de Los Vientos
Torre de los Vientos, la construcción con que Gonzalo Fonseca representó a Uruguay en la avenida de esculturas de países participantes en los Juegos Olímpicos de 1968 en México.
(…) Una de las direcciones de esta diseminación apunta hacia la “Torre de los vientos” la construcción con la que Gonzalo Fonseca resolvió la presencia de Uruguay en la avenida de esculturas representativas de los países participantes en los juegos Olímpicos celebrados en la Ciudad de México en 1968. Finalmente, el proyecto se ha resuelto con la construcción a escala de una réplica exacta convertida en taquería ambulante. Durante una jornada la taquería funcionó como tal junto a la “Torre de los vientos” y, durante el periodo de exposición, la taquería fue instalada en los alrededores del propio Laboratorio Arte Alameda.
Domènec trabaja habitualmente a partir de referentes arquitectónicos arquetípicos del movimiento moderno; construcciones célebres de Le Corbusier, Mies van der Rohe o Alvar Aalto han sido recreadas en otras ocasiones y siempre con una misma intención: escenificar las roturas de las utopías modernas convirtiendo estos referentes constructivos en escenarios domésticos, banales a veces, sólo utilitarios y apenas capaces de retener ninguna función apologética de los desmesurados sueños modernos. En esta ocasión la “Torre de los vientos” ofrece otra excelente oportunidad para ahondar en esta cuestión; así, la torre de Fonseca, construida cual atalaya que habría de permitir ascender hasta la altitud desde la cual divisar el futuro –una especie de tipología de miradores en la narrativa moderna que Domènec realza al emparentar la torre con otros trabajos de Le Corbusier, Tatlin y Aldo Rossi– se convierte en un simple instrumento de compra-veta de alimentos, en un simple dispositivo para una experiencia banal y doméstica, anclada sobre lo real y no envuelta en ensoñaciones desmesuradas.
Sin embargo, este atropello al cuerpo utópico convertido en mero objeto de uso no ha de interpretarse como una operación melancólica; casi todo lo contrario, mejor parece una celebración de la misma posibilidad de reciclar hacia el verdadero valor de uso lo que de antemano permanecía bañado por un halo de exquisitez y abstracción inútil. (…)
Asimismo, esta operación de revisión crítica de la modernidad adquiere con la “Taquería de los vientos” un registro especialmente agudo mediante pequeños detalles que pueden pasar perfectamente desapercibidos para el consumidor de tacos, pero que ahí están para permitir también una lectura más precisa del proyecto. En esta dirección hay que destacar que los papeles que se disponen en la taquería para envolver la comida reproducen imágenes absolutamente significativas: escenas de la matanza en la Plaza de las Tres culturas en 1968 o, en su lugar, de manifestaciones ciudadanas posteriores recordando los hechos. Cabe recordar que 1968 no sólo es el año en que se levanta la genuina “Torre de los vientos”, sino que también es la fecha emblemática que marca una inflexión irreversible dentro del proceso moderno. (Martí Peran)
* La pieza pertenece a la Colección de César Cervantes (México).