Una intervención en el Pabellón Aleman de Mies van der Rohe y Lilly Reich, Barcelona 2018
Publicación gratuita.
Una producción de la Fundación Mies van der Rohe y el MACBA
En el siglo XIX, con la revolución industrial, Barcelona se convierte en el motor económico de España. En una perfecta simbiosis de intereses públicos y privados, las autoridades y los industriales diseñaron una serie de acontecimientos para difundir internacionalmente la imagen de Barcelona como ciudad de negocios: la Exposición Universal de 1888, y la Exposición Internacional de 1929, que se concibió como un gran dispositivo propagandístico de la monarquía española y para proyectar la imagen de la industria catalana en el exterior.
El recinto de la Exposición de 1929 se ubicó en Montjuïc y representó la transformación radical de una parte importante de la montaña.
La expansión industrial y comercial, la transformación y el crecimiento de la ciudad y la misma construcción de los edificios de la Exposición, necesitó de una ingente cantidad de mano de obra barata, y el proletariado local no fue suficiente para cubrir la demanda; esto provocó un gran proceso migratorio. Debido a la falta de políticas públicas de vivienda y a la especulación, muchas familias de inmigrantes, que huyendo de la miseria llegaron desde toda España a Barcelona desde medianos del siglo XIX y a lo largo del siglo XX, se vieron obligadas a vivir en condiciones muy precarias, en barracas que ellas mismas construyeron en los márgenes de la ciudad hasta formar verdaderos barrios como el Somorrostro o el Campo de la Bota. A finales de los años cincuenta, el barraquismo llegó a su punto máximo con una población de entre 70.000 y 100.000 personas.
En la montaña de Montjuïc, las barracas iban desde el pueblo Seco hasta las canteras de poniente, desde el recinto de la Exposición Internacional hasta el castillo.
Tras la Guerra Civil, la dictadura franquista decidió utilizar algunos de los recintos de la Exposición Internacional para internar inmigrantes.
A prinicipios de los años cincuenta, el Palacio de las Misiones se convierte en un centro de «clasificación de indigentes» utilizado para detener y clasificar inmigrantes de toda España antes de devolverlos a su lugar de origen. sin haver cometido ningún delito, después de pasar un tiempo indeterminado de reclusión, unas 15.000 personas fueron deportadas en unos 230 trenes fletados expresamente. El Ayuntamiento contribuyó a agravar la situación cuando decidió utilizar el Estadio Olímpico para alojar «temporalmente» a los vecinos del Somorrostro. Allí permanecieron, abandonados por la administración, hasta 1968, junto a otras familias que ocupaban otras instalaciones como el Pabellón de Bélgica.
Agradecimientos: Ivan Blasi, Delícia Burset, Xavi Camino, Helena Castellà, Anna Cerdà, Teresa Grandas, Jordi Mitjà, Dani Montlleó, Anna Ramos.