24 horas de luz artificial. Después de Alvar Aalto. Martí Peran

La literatura contemporánea que tantea el presente a fin de descubrir la expresión que configura su perfil construye, a medida que lo desvela, el retrato de una desfiguración. Existe una suerte de consenso tácito según el que la descripción de la experiencia de la contemporaneidad tan sólo puede expresarse desde la negatividad; y esto no es una banal incitación a un temeroso pesimismo, como se malinterpreta con frecuencia, sino la convicción de que es desde la sacudida, el envejecimiento y la vulnerabilidad de los principios y los valores que ayer constituían el universo de referencia desde donde deben reconocerse las palabras para el hoy. La negatividad es la distancia entre el lugar del presente y el mundo que se abandona.

Como resultado de la dirección que señala esta dinámica, a pesar de la voluntad de impostar sobre el presente una expresión nueva, se cierne tras éste la sombra del lugar de origen, se escucha aún el rumor de lo que se rehúye. Es este vínculo con la historia lo que hace inevitable definir el presente como reverso; al fin y al cabo, un síntoma más de su fragilidad intrínseca.

24 horas de luz artificial, la instalación que aquí presenta Domènec, es la construcción de un escenario posible para la experiencia contemporánea; pero, en consonancia con lo que acabamos de apuntar, este trabajo sólo puede ser el resultado de declinar una narración previa. Es una arquitectura que no entierra formas anteriores, sino que simplemente invierte la piel de los muros de unas habitaciones arruinadas; no renuncia o la estructura original, pero en cambio busca identidad en la misma negativa a permanecer en ella. Por lo tanto, debe explicarse previamente la primera casa a fin de aclarar, en la distancia que las separa, la subversión implícita con la que se construye este nuevo refugio.

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El último sueño moderno, cargado de entusiasmo y confiado en la capacidad transformadora, se expresa en distintas amplitudes; en ocasiones se acota en parcelas anecdóticas como la mera renovación del lenguaje de las artes, y en otros casos desde un programa de aplicación general con voluntad de constituirse como una plena estructura de sentido. A partir de esta magnitud tan generosa debe interpretarse el registro en apariencia estrictamente arquitectónico del denominado

Movimiento Moderno. En sus primeras formulaciones, bajo la retórica mecanicista, el racionalismo organiza un ideal riguroso, capaz de abordar satisfactoriamente todas las necesidades fundamentales del hombre moderno desde el ejercicio de una razón pragmática y funcional. En este momento inicial, la solidez del objetivo establecido determina una sequedad discursiva que con frecuencia se acerca demasiado a la doctrina. Se dictaminan unos principios con pretensión universalista, sin concesiones a particularidad alguna que perturbe el eje de la consigna de construir un mundo nuevo adecuado al hombre nuevo. No obstante, el carácter normativo de este planteamiento pronto recibe una sacudida.

Desde la historiografía de la arquitectura se han explicado diferentes crisis del Movimiento Moderno. Ahora, sin embargo, lejos de ser fieles a la ortodoxia de ¡os análisis académicos, debemos acertar a describir la corrección esencial que, a partir de un determinado momento, se introduce en el cuerpo teórico del primer racionalismo. Y, en esta perspectiva, la desviación tiene un sentido bien concreto. Se hace imprescindible relativizar los planteamientos del fundamentalismo del programa original, excesivamente plegado a la rigidez de sus ilusiones de universalismo y cosmopolitismo, en pos de una mayor humanización del proyecto mismo. Para desarrollar esta revisión se destacan tres frentes de debate. En primer lugar, frente al arquetipo del hombre moderno debe rescatarse al sujeto particular con identidad propia; a continuación, y por extensión de la primera premisa, la idea de un espacio mecanizado, capaz de acoger con idénticas garantías las necesidades de todo individuo, debe sustituirse por un reencuentro con las cosas concretas de cada experiencia local y singular. Finalmente, y a modo de recapitulación de este proceso de revisión, se hace imprescindible reformular la noción de casa para convertirla en el auténtico refugio vital de este sujeto individual, más allá de su perfección mecánica.

La primera vertiente de esta corrección, el restablecimiento de la identidad subjetiva como centro de la misma operación arquitectónica, se traduce rápidamente en la proclama organicista. Al convertir el factor humano en la esencia de la arquitectura, la alegoría de la máquina queda sustituida por la apelación a lo orgánico y a lo vivo. Con esta mutación, el nuevo espacio construido ya no se articula solamente de acuerdo con un funcionamiento razonado técnicamente, sino que se somete a todas las vicisitudes de la emotividad. Se trata, en definitiva, de conciliar al sujeto con el mundo de la técnica a fin de afianzar, en este humanismo, una reserva de valor. En palabras de Aalto, se trata tan sólo de salvar al hombre, condenado a vivir en un hormiguero sin sentido. El hombre no es ninguna abstracción dentro de un programa teórico sino la realidad viva a cuyo alrededor debe gravitar la investigación, el protagonista sobre el que debe proyectarse la especulación de la razón.

Dado que el sujeto individual –y no el universal– es el nuevo imperativo para la acción, se hace imprescindible restablecer también la semántica del lugar, del paraje concreto donde el hombre debe desarrollar su experiencia de vida. Debemos pasar –en clave arquitectónica– de los modelos modulares mecanizados a un repertorio de formas y tipologías más voluble, capaz de fundamentar el principio de la calidad de vida en la posibilidad de ser con las cosas. Debemos, en definitiva, enfocar la arquitectura hacia la construcción literal de espacios para vivir y ello presupone habilitar un lugar donde el sujeto pueda desarrollar una relación productiva con el entorno. Aalto -paradigma de este renovado «regionalismo» que se injerta en el programa racionalista- vuelve a expresarlo con plena rotundidad: la habitación se encuentra en millones de lugares distintos cuyas peculiaridades se modifican continuamente. No se puede estandarizar el entorno de forma simplista como un producto mecánico. Desde este prisma de orden claramente fenomenológico el arquitecto finlandés otorga una importancia sustancial al valor de lo táctil. El individuo se apropia verdaderamente de un espacio en la medida en que éste es un lugar de cosas para ser tocadas y utilizadas físicamente. En realidad, es en esta percepción de un entorno y en ¡a gestualidad derivada de palparlo donde la arquitectura deja de ser solamente una realización para el hombre –el primer nivel de corrección– sino la representación misma de la existencia.

La máxima expresión del giro aplicado a la primera ortodoxia racionalista reside en la constitución enfática de la idea de casa. Sin duda, el problema de la vivienda –en tanto módulo esencial de la estructura urbana– y el de la habitación –en tanto célula funcional a nivel doméstico– ya eran prioritarios en el programa originario del Movimiento Moderno; ahora, en el marco de este programa, el acento recae en la urgencia de convertir ese lugar perfectamente razonado en un auténtico hogar. En la línea de los análisis heideggerianos, no basta con construir un lugar; la auténtica necesidad para el hombre contemporáneo es esquivar la indigencia espiritual y reencontrar una casa, un lugar propio en donde el sujeto individual, para quien ya habíamos destacado la importancia de su diálogo físico con las cosas, pueda con ellas acoplar un mundo. Esta es la dimensión real del hogar, allá donde el hombre encuentra su auténtica propiedad.

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La revisión del racionalismo que hasta aquí hemos resumido, en realidad, tenía como función optimizar los planteamientos iniciales. No es una increpación sostenida en la sospecha, sino al contrario: quiere ser una aportación con espíritu constructivo. No se tambalea en lugar alguno la ilusión transformadora; simplemente se revisa con la pretensión de hacerla aún más efectiva. Pero, a pesar de esta evidencia, el giro que se ha introducido representa una reconducción del sueño hacia la realidad y, en este viraje, es casi inevitable la posibilidad de despertar definitivamente y desvelar todo el reverso de este imaginario. En efecto, en el mismo período en que Aalto capitanea las reformulaciones humanistas en el interior del discurso racionalista, toda una pléyade de pensadores conceptualiza la contemporaneidad en unos términos que ahora podemos interpretar como la súbita interrupción de ese sueño y como la expresión de la conciencia explícita de la oscuridad que lo envuelve. Si el racionalismo podía humanizarse rescatando al sujeto individual, habilitándole un entorno en el que convivir con las cosas y, en definitiva, construyéndole residencia espiritual, cada uno de estos mismos ejes también puede ahora desocultar su reverso. De este modo, la búsqueda de una identidad subjetiva y particular puede derivar en una cruel exposición de un cuerpo precario y vulnerable; el esfuerzo para vertebrar un entorno plagado de cosas puede delimitar un territorio desértico y, finalmente, la exigencia de casa puede trocarse en la simple adecuación de un refugio.

Para ejemplificar de manera precisa la reconversión del ideal humanista en el retrato de un sujeto exiliado, es ahora pertinente el remitirnos a un modelo literario. Los personajes de Beckett –una referencia constante tras el trabajo de Domènec– construyen una sinuosa narración de las penurias que obstaculizan la única empresa del vivir: encontrar una identidad propia. La búsqueda es obstinada y perseverante pero tan sólo reposa en la seca constatación de que existo y sobrevivo a mi manera. En el universo beckettiano la necesidad de reconocer a un sujeto singular –el mismo objetivo que se imponía en la corrección organicista del racionalismo– obliga a una travesía que lo acaba reduciendo, precisamente, a la categoría de organismo débil, caracterizado por su vulnerabilidad al dolor. Si, como habíamos subrayado, la noción de sujeto no es una abstracción retórica sino una realidad viva, el objetivo de buscar su especificidad, en caso de sumergirse totalmente en este viaje, impone el reconocimiento de su precariedad. Fieles a la consigna lanzada por Aalto, y ejerciéndola de forma completa, llegamos a un puerto inesperado; el fundamento último de la identidad, lo que realmente enlaza al hombre con el instante de la existencia es el dolor y la enfermedad. Jünger, Bernhard o Sontag lo han constatado con distintos niveles de aceptación.

El segundo elemento corrector que el nuevo humanismo introducía en el ideario racionalista era la recuperación fenomenológica, el rescate del mundo de las cosas para la experiencia del hombre. Tal expectativa, también de la mano de Beckett, tiene una profundidad cruenta. Efectivamente, el autor, lejos de explicar aquel acoplamiento de un mundo en el diálogo entre el sujeto y las cosas, narra la constante inaccesibilidad de lo más elemental y necesario. Molloy, Moran o Malone –los personajes de la trilogía novelada– batallan inútilmente para poner las manos sobre los objetos que, aun siendo banales, les resultan imprescindibles para sobrevivir; el cubo para escupir las flemas, el bastón para palpar el limitado espacio de una habitación o la libreta para escribir un miserable testimonio del pensamiento se ocultan y se pierden en el momento crucial en que se les reclama. Esta soledad física absoluta del hombre singular, escenificada en las narraciones de Beckett –este fracaso del principio de lo táctil que se proponía Aalto– es exactamente la misma vacuidad sobre la que tratan de existir las figuras de Giacometti –buen amigo del escritor y otro referente en el trabajo de Domènec–, unos personajes expulsados al vacío y sin posibilidad de ser entre cosa alguna.

Si la casa podía soñarse a través del axioma que rescata al hombre singular en contacto físico con las cosas, ahora este mismo hombre, convertido en un cuerpo frágil que se mueve a tientas con las manos vacías, ya sólo puede esconderse. El hogar luminoso es el sueño de la caverna. En la utopía racionalista, y aún más en su matización humanista del organicismo, se pretendía construir una residencia de sentido para aquel sujeto completo. Ahora, esta habitación para la vida debe transformarse en lugar de cura, de preservación de la identidad frágil y, con el mismo criterio de manutención, debe ser un lugar aséptico, despoblado y sin cosas. Con todo este clima, aunque se insista en conquistar el confort, la casa se transmuta en sanatorio.

Hasta aquí, sin desviaciones de ningún tipo, hemos utilizado el trabajo de Aalto como modelo emblemático de una idea determinada de la modernidad y la narrativa de Beckett como expresión del horizonte final donde se amputa esa misma idea. En consecuencia, no seria lícito insinuar que la referencia explícita al sanatorio de Paimio –realizado por el arquitecto en los primeros años treinta en la ciudad finlandesa homónima– que resuena en 24 horas de luz artificial es una estrategia para reinterpretar a Aalto hasta descubrir su vecindad esencial con Beckett. No existe complicidad alguna entre ambos autores. Sólo hay que recoger la Memoria referida al sanatorio que redactó el arquitecto para ahorrarse cualquier equívoco. En este texto, el autor insiste en la necesidad de primar todas aquellas actuaciones y detalles que garanticen la funcionalidad y humanidad del edificio. En este sentido, enfatiza el deseo de conseguir unas habitaciones con gran cantidad de luz, con un equilibrio de características acústicas, con un uso del color que garantice un ambiente general tranquilo e, incluso, con unos lavamanos especiales para que su uso sea lo más silencioso posible. Todo esto queda sin duda muy lejos de los angustiosos espacios de la literatura beckettiana. En 24 horas de luz artificial se plantea otra cosa bien distinta de esta analogía evidentemente absurda.

La propuesta que se formaliza en esta instalación consiste en situarnos precisamente en medio del relato que hemos desarrollado, para evidenciar sus tensiones internas y no para pulir sus aristas y presentarlo como una historia de coherencia feliz. El núcleo de este trabajo no pretende subvertir los planteamientos de Aalto pero, al tomar el sanatorio de Paimio como modelo, sí que quiere destapar el hecho de que en el interior de los propios presupuestos del modernismo más optimista late con estridencia la posibilidad de su propia deriva. En efecto, Paimio es ejemplar en su celoso planteamiento, es un elogio de la civilización filtrada por un ideal humanista; pero, pese a esta caracterización, no puede ocultar que el destino final de todo este esfuerzo puede reducirse a acoger y tratar de reconfortar una enfermedad. Formulado en otros términos, es en el mismo descenso desde el ideal teórico del primer racionalismo hacia la realidad del sujeto individual en donde se abren las puertas para reconocer la miseria y el dolor como sus únicos elementos constituyentes. Las habitaciones de Paimio, escrupulosas en el estudio de la recepción tonificante de la luz natural, abren así el relato que podría culminar en los espacios existenciales, de luz artificial, de los personajes-pacientes de Beckett: debo decir francamente que nunca hay luz a mi alrededor, nunca verdaderamente luz.

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La narración que hemos intentado reconstruir en sus puntos esenciales se cierne detrás del trabajo de Domènec de una forma literal. Distintos trabajos escultóricos e instalaciones recrean el repertorio formal ideado por Aalto, reconvertido ya en mobiliario de un escenario beckettiano. Así, por ejemplo, aparentes almohadas o lavamanos se transforman en instrumentos violentados, objetos banales se pre-sentan como herramientas terapéuticas y formas ergonómicas –paradójicamente– niegan toda posibilidad de confort. 24 horas de luz artificial culmina este desarrollo explícito de los rumores que se detectan tras la obra de Aalto hasta su subversión definitiva; pero todo el trabajo de Domènec puede revisarse desde este registro. Parece talmente que su trabajo se sitúe justo en el punto de inflexión que, como hemos intentado explicar, conduce hasta Beckett. Al fondo, la instalación que ahora nos muestra, a pesar de la sombra precisa de Aalto, podría ser perfectamente la habitación donde agoniza Malone.

En efecto, en la obra de Domènec se explora siempre la tirantez ocasionada por la reunión de una doble vertiente: la fascinación por el mundo natural y orgánico –construcción de formas biomórficas y uso de materiales como piel o madera–, con ambientes siempre neutros, de una atmósfera estrictamente mental; aunque este equilibrio Híbrido –un concepto que aglutina distintos trabajos- se ha ido descompensando paulatinamente.

En una primera y larga serie de trabajos, lo más visible era la obstinación por catalogar y conservar formas orgánicas que por su misma naturaleza precaria y efímera solamente podían preservarse por medio de la congelación. Como sugieren distintos títulos –Freeze, por ejemplo–, la única relación que podemos mantener con el mundo de las cosas consiste en enfriarlas para protegerlas. Y rebajar la temperatura del mundo real, aunque sea un acto que anhela salvarlo, es en última instancia el primer episodio del reconocimiento de su desaparición. Este tipo de resignación, de una forma irreversible, determina toda la obra posterior. A partir de este momento se abandona cualquier reducto de sentimentalidad para volcar todos los esfuerzos en la construcción de un espacio para la mente recogida. Privados del mundo real de las cosas, asistimos al repliegue en un espacio absolutamente artificial. El rostro ajeno o Bajo cero (como en casa) ya son habitaciones pobladas tan sólo por el pensamiento desterrado. La pulcritud de estos lugares, a pesar de su analogía con el rigor racionalista –y también minimalista–, en lugar de expresar la posibilidad de delimitar un territorio real para apropiarse de él y convertirlo en el marco de la experiencia viva, acota simplemente un espacio para el solipsismo y la indigencia. La progresiva acentuación de este proceso culmina en una especie de burla de la trascendental idea de la casa. Blanco como la leche –ya sólo el título conserva aquel equilibrio entre la frialdad del pensamiento y el calor del mundo orgánico– sacude la remota ilusión de la casa individual, depositario de nuestras cosas, para revertiría absolutamente. Por su condición únicamente visual –es una fotografía– y por su estructura blanda y tosca, esta arquitectura ya no es una casa sino el deseo mismo de refugiarse en la caverna. Quizá ni siquiera ofrece refugio, es tan sólo la forma de un agujero que da acceso a la caída.

Marti Peran, 1998

 

 

Texto del catalogo de la exposición Domènec, 24 hores de llum artificial.

Sala Montcada, Fundació “La Caixa”, Barcelona 1998

ISBN: 84.7664-634-8

 

 

 

 

Motocarro. Roulotte:09

http://www.roulottemagazine.com/

Roulotte:09

www.roulottemagazine.com

Passant Pàgina. Ell llibre com a territori d’art.

Museu de Granollers
Anselm Clavé 40-42, Granollers, Spain

Canòdrom/Canòdrom

2010

Perimetro de Barcelona

Un proyecto de ON Barcelona
Coordinación: Domènec, Pau Faus y Pere Grimau

Enlace
Video-documental

Este proyecto, del colectivo ‘Observatorio Nómada Barcelona’, fue realizado para la exposición inaugural del nuevo centro de arte Canòdromo Meridiana de Barcelona. El trabajo planteaba una confrontación entre la ciudad/arquitectura proyectada y aquella real. Partimos, para este diálogo, del edificio del Canódromo de Antoni Bonet, una obra emblemática de la arquitectura moderna catalana y un ícono de la periferia barcelonesa de la década de los sesenta. ‘Canòdrom/Canòdrom’ proponía una exploración de este edificio a dos niveles. Uno urbanístico (contextualizándolo con el resto de la ciudad) y otro arquitectónico (vinculándolo a su memoria como lugar). En ambos casos, renunciábamos a analizar el edificio del Canódromo Meridiana desde sus virtudes estéticas o constructivas. Para nosotros, el verdadero valor de cualquier edificio es su condición de espacio ‘vivido’ vinculado a la cotidianidad de la ciudad, del barrio y de sus vecinos. Así, si el hombre modélico fue la medida del proyecto arquitectónico y urbanístico moderno, proponíamos con estas dos miradas al hombre cotidiano como medida e interlocutor de lo que denominamos urbanismo y arquitectura real.

Uno de los principales argumentos esgrimidos para la transformación del Canódromo Meridiana en un nuevo centro de arte contemporáneo, fue la voluntad de revitalizar zonas de Barcelona alejadas de su sobresaturado centro. Partiendo de esta supuesta voluntad de acercamiento a los márgenes, nos propusimos desarrollar la primera parte de este proyecto explorando a píe todo el perímetro de la ciudad de Barcelona. Esta extensa área urbana se encuentra además, en su gran mayoría, emparentada generacionalmente con el edificio de Antoni Bonet. El Canódromo fue el punto de partida y de llegada de una ruta que duró ocho días. Caminamos, en la medida en que nos fue posible, por esa difusa línea que separa los bastidores y el escenario de la ciudad. El objetivo era conocer y vincular de primera mano los diversos entornos urbanos periféricos.

La segunda mirada que propuso este trabajo se centró específicamente en el edificio del Canódromo. Son muchas las lecturas que se han hecho de esta aclamada obra arquitectónica. Nosotros quisimos también interpretarla, pero no desde su valor formal, sino desde su memoria como lugar. El Canódromo Meridiana estuvo operativo entre los años 1963 y 2006, siendo en ese momento el último canódromo en funcionamiento en España. Ubicado en el barrio obrero del Congrès de Barcelona, el edificio se convirtió rápidamente en un punto de encuentro para los vecinos de un barrio faltado de espacios públicos. La gratuidad de acceso y sus amplios espacios lo hacían un lugar idóneo, no sólo para apostar, sino también para pasar la tarde en compañía o echarse una buena siesta al Sol. Nuestra mirada a este reciente pasado se formalizó en un video documental, donde antiguos trabajadores y usuarios del Canódromo nos hablaron de sus recuerdos y vivencias vinculadas a este lugar. Esta experiencia vivencial era, a nuestro parecer, el verdadero valor del edificio de Antoni Bonet.

Finalmente, el proyecto formó parte de la exposición inaugural ‘Canòdrom 00:00:00? en el nuevo centro de arte contemporáneo. Para la muestra, se ubicó en la antigua grada del edificio una selección de imágenes de nuestro recorrido y el video documental. Se editó el libro ‘Canòdrom/Canòdrom. Un recorrido por los límites de Barcelona’ donde se muestran más de trescientas imágenes realizadas por todos los participantes en nuestra travesía alrededor de la ciudad.

ET10 . Escales

Encetem el cicle ET10 . Escales amb la presentació dels següents projectes:

El globus vermell presentaran el seu treball en tallers d’activitats lúdiques amb l’ objectiu apropar l’arquitectura als més joves, ajudar-los a entendre quins són els aspectes més importants a l’hora de projectar un edifici .

Anna & Eugeni Bach presentaran el projecte «Playhouse – La Casita» . Edifici destinat a ser utilitzat per nens situat a Nummi Pusula, Finlàndia.

L’artista visual Domènec presentarà la seva obra on a través de la fotografia, video, instal·lacions i intervencions en l’espai públic pren el projecte arquitectònic com una de les construccions imaginaries més complexes de la modernitat.

Dia : 28 gener 12
Hora : 18:00

Lloc : Nau Ivanow
c/Hondures 28-30
Barcelona

La participació a aquesta activitat és lliure i gratuïta.
Més informació al blog http://www.estacionstransformadores.blogspot.com/

ON Prat

El Prat de Llobregat, Barcelona, 2008 – 2009

ON Barcelona. (Coordinación: Domènec, Pau Faus, Pere Grimau)

Colaboración: Universitat de Barcelona

Exposición ‘Observatori Prat’
Sala Muntadas, El Prat (Barcelona)

‘ON Prat’ fue un proyecto del colectivo ‘Observatorio Nómada Barcelona’. El trabajo fue un encargo de la municipalidad local para analizar el impacto que las transformaciones recientes han provocado en el entorno de esta población. El municipio de El Prat se caracteriza por acoger las principales infraestructuras de la ciudad de Barcelona, entre las que destacan el Aeropuerto y gran parte de su Zona Portuaria. La presencia de estas grandes instalaciones debe además convivir con el paisaje deltaico del río Llobregat, un entorno natural altamente protegido.

Nuestro análisis del lugar se inició con una serie de recorridos a pie alrededor del municipio. Caminar el territorio exhaustivamente es para nosotros una herramienta sumamente eficaz para entender, desde la experiencia directa, sus principales características. Entre los meses de Noviembre y Abril, realizamos diversos recorridos alrededor de el Prat. Estas exploraciones contaron con la participación de estudiantes del Máster de Gestión Cultural de la Universidad de Barcelona (UB).

Nuestra presencia continua sobre el territorio acabó dándonos alguna información sobre el lugar. Detectamos una gran dificultad a la hora de caminar libremente por el entorno de El Prat. Su naturaleza hiper-especializada se traducía en un sinfín de límites y obstáculos que nos impedían el paso. Por otro lado, entendimos que la topografía plana del paisaje requiería de continuos elementos verticales para observar, señalizar o publicitar. A raíz de estas interpretaciones, generamos dos líneas de trabajo: El ‘Archivo el Prat’ (una recolección de imágenes del territorio) y la ‘Prótesis el Prat’ (una acción-manifiesto sobre las características del lugar)

El ‘Archivo el Prat’ fue exclusivamente fotográfico y los formaron todas las imágenes tomadas por los participantes en los distintos recorridos. Planteamos el archivo como una documentación de un ‘momento presente’ en este territorio en constante estado de transformación. Algunas de las fotografías nos sirvieron también para subrayar los elementos que consideramos más representativos del lugar.

Finalmente, la acción ‘Prótesis el Prat’ se planteó como una interacción con el entorno transitado. Decidimos enfrentarnos a las dificultades que habíamos encontrado al intentar caminar libremente por el Prat. Para ello nos equipamos con una ‘prótesis’, entendida como una extensión de nuestro cuerpo, que nos facilitara la movilidad y la observación en el territorio. El complemento ideal resultó ser una escalera abatible, fácil de transportar y de instalar. Recorrimos de nuevo el lugar, esta vez equipados con la ‘Prótesis el Prat’. La acción quiso ser un manifiesto: la pertinencia de nuestra prótesis evidenciaba algunas características del territorio.

El proyecto formó parte de la exposición ‘Observatori Prat’ en la Sala Torre Muntadas de El Prat, entre los meses de Mayo y Junio de 2009. El trabajo expuesto mostró las dos aproximaciones ensayadas sobre el territorio: La observación (Archivo) y la interacción (Prótesis)

Panóptico

Video, 4’ 24’’

Proyecto realizado para la publicación CAPS.A. 11 a la presó

Intervención en la cárcel de Mataró, 2011

Vídeo editado con la colaboración de Can Xalant, Centre de Creació i Pensament Contemporani de Mataró.

 

Panóptico, ca. Adj. Dicho de un edificio: Construido de modo que toda su parte interior se pueda ver desde un solo punto.

Dispositivo diseñado por el pensador inglés Jeremy Bentham en 1791. El panóptico permite al vigilante observar (-opticon) a todos (pan-) los prisioneros sin que éstos puedan saber si son observados o no.

El filósofo francés Michel Foucault analizó detalladamente el concepto de panóptico -el ojo que todo lo ve- en su obra de 1975 Surveiller et punir: Naissance de la prison (Vigilar y castigar: Nacimiento de la prisión).

…Bentham plantea la cuestión en términos de poder: la población como blanco de las relaciones de dominación. (…) Basta una mirada. Una mirada que vigile, y que cada uno, sintiéndola pesar sobre sí, termine por interiorizarla hasta el punto de vigilarse a sí mismo…

La cárcel de Mataró (Elies Rogent, 1858). Es la primera cárcel del Estado español construida según el sistema panóptico.

CAPS.A. 11 a la presó

Baladia Ciudad Futura

2011- 2015

Curadora: Maral Mikirditsian

41 fotografías sobre papel y maqueta (2011), vídeo, 46’40» (2015)

«Al igual que en todas las ciudades reales, hemos construido mezquitas, una kasbah y hasta un campo de refugiados». Arick Moré, teniente coronel de las Fuerzas de Defensa de Israel

Proyecto sobre Baladia City. Baladia City National Urban Training Center, popularmente conocida como «Chicago», es un centro de entrenamiento militar situado cerca de la base militar de Tze’elim, en el desierto del Negev, al sur de Israel. Es utilizado por las Fuerzas de Defensa de Israel para planificar la guerra en zonas urbanas de Gaza, Cisjordania, Líbano y Siria. La instalación, que fue financiada en gran parte con la ayuda militar de EEUU, es una ciudad modelo de 7,4 kilómetros cuadrados que consiste en 1.100 módulos básicos que pueden ser reconfigurados por los planificadores de la misión militar para representar ciudades árabes específicas.

La instalación Baladia Ciudad Futura, se plantea como un display y archivo documental que acumulará imágenes, la mayoría producidas por los propios soldados y encontradas en Internet y Facebook, y una maqueta de la ciudad recreada a partir de las fotografías de Google Earth.

En 2015, se incorpora al proyecto un vídeo grabado en Tel Aviv, en el que tres soldados del ejercito israelí en la reserva explican su experiencia en Baladia City.

El proyecto pretende indagar, irónicamente, sobre las paradojas entre las tendencias arquitectónicas desarrolladas en Israel a partir de los 70 en un intento de dotar de «identidad local» a la arquitectura -apropiándose del imaginario palestino- frente al «estilo internacional» desarrollado en las primeras décadas del nuevo estado, y su deriva más distópica: la ciudad simulacro de Baladia City.

* * *

A raíz de una entrevista realizada por el arquitecto Eyal Weizman al comandante e instructor del Operacional Theory Reserch Institute de las fuerzas especiales de intervención de las Fuerzas de Defensa Israelí, Avi Kokhavi (arquitecto y oficial de carrera, responsable de las operaciones militares en la kasbah de Nablus y en el campo de refugiados de Balata), Weizman constata con sorpresa que las bases teóricas que son utilizadas por el ejercito para desarrollar las nuevas técnicas militares en la guerra urbana se basan de forma recurrente en las teorías criticas postmodernas incluyendo textos de Deleuze y Guatari, Bataille y el situacionismo, entre otros, y se pregunta por el uso de estas teorías como “herramientas” para los pensadores militares, especialmente si pensamos que habitualmente estos textos son usados como formas de oposición critica. También constata cómo los mismos instructores utilizan conceptos y referencias de la arquitectura y el arte contemporáneo, como nociones desarrolladas por Gordon Matta-Clark o Bernard Tschumi.1

1 Eyal Weizman “Walking through wall. Soldiers as architects in the Israeli/Palestinian conflict” en Arxipèlag d’Excepcions, CCCB, Barcelona 2007

………………….

Maquetista: Oriol Poch

Agradecimientos: Achiya Schatz, Avner Gvaryahu, Shay Davidovich, Breaking the Silence, Miki Kratsman, Nirith Nelson.

*La pieza pertenece a la colección MACBA (Barcelona).

 

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